Llorenç Barber

Música volante

Viernes 11 de septiembre, 2020 - 20:00 h
Lugar
Edificio Sabatini, Jardín
Aforo
120 personas

Llorenç Barber (Aielo de Malferit, 1948), uno de los grandes referentes de la experimentación sonora, protagoniza el reencuentro entre el Museo Reina Sofía y la música en directo, en un concierto a cielo abierto, para “campanas volantes” que, al oscilar, hacen audible el efecto Doppler.

En 1842, el austriaco Christian Andreas Doppler planteó la hipótesis de que la frecuencia de las ondas percibida por un observador varía cuando el foco emisor o el propio observador se desplazan. Es decir, un sonido se percibe más grave o más agudo dependiendo del movimiento del objeto que lo emite y de la persona que lo oye. La hipótesis fue probada por Christoph Hendrik Diederik Buys Ballot en 1845, para lo cual dispuso a varios intérpretes de trompa tocando la misma nota en un carro arrastrado por una locomotora. Ballot escuchó inmóvil desde un punto concreto y percibió que la nota cambiaba con el movimiento de los músicos.

La comparación entre un experimento científico del siglo XIX y un concierto puede ayudar a resumir el principio motor del arte experimental. Naumaquia a los cuatro vientos (2001), pieza ejecutada en el Puerto Vallarta, México, reunió a varios grupos de músicos en distintas embarcaciones con sirenas de distintos timbres. Los navíos se fueron alejando de la orilla, desde la que predominaba la bocina grave de una fragata. A la vez, en la ciudad, sonaban las campanas de la catedral, varias bandas instrumentales, camiones de bomberos, vehículos de policía y ambulancias.

La búsqueda constante en la naturaleza vibratoria de las cosas y el análisis de la manera en que ello se percibe han llevado al artista a lo que denomina una “auscultación de materiales”. En sus obras, esta experimentación se mueve en un extenso espectro de escalas, desde una sutil y reducida, como la que se presenta en el Museo en esta ocasión, hasta sus sonar ciudades, para varios campanarios.

Barber es una pieza clave en la difusión, estudio y reinterpretación de la tradición vanguardista desde hace más de cuarenta años. Además de su admiración por el dadaísta francés Erik Satie y el compositor estadounidense John Cage, destacan sus vínculos tanto con el movimiento Fluxus como con el grupo Zaj, al que Barber dedicó su tesis doctoral en 1978 en la que profundiza en el binomio arte-vida.


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