El Museo Reina Sofía ha venido realizando en los últimos años una revisión de sus obras provenientes de depósitos históricos, como es el caso de Buque en reparación (ca. 1923) del pintor Benito Quinquela (Buenos Aires, 1890-1977), perteneciente al depósito del año 1932 del antiguo Museo de Arte Moderno.
La obra presentaba un delicado estado de conservación, por lo que fue necesaria una intervención de restauración para estabilizarla y permitir su salvaguarda. Para ello, la obra fue traslada al Museo Reina Sofía en 2016.
Estado de conservación
Durante la revisión se detectaron una serie de daños en los diferentes elementos de la obra. El bastidor original se encontraba en mal estado, lo que generó una falta de tensión y en consecuencia una deformación del lienzo, deterioro acentuado por el grosor de la capa pictórica, que le proporcionó mucho peso provocando un embolsamiento del soporte en la parte inferior. En el reverso del lienzo se detectó una proliferación de hongos, mientras que en el anverso, la capa pictórica presentaba craquelados generalizados, que se marcaban incluso en la parte posterior del lienzo, así como múltiples pérdidas y, en general, una descohesión con respecto al soporte, lo que ponía en grave riesgo la estabilidad del conjunto de la obra. Aunque no se ha comprobado, parece que Benito Quinquela reutilizó un lienzo ya pintado, puesto que en algunas zonas aparece un color distinto por debajo.
Tratamiento realizado
En primer lugar, se retiró el lienzo del marco y de su bastidor para realizar a continuación la consolidación de la capa pictórica. Al desmontarlo se descubrió en la parte inferior, que unos 10 cm de la obra original estaban doblados hacia dentro y no se veían. Esto hizo necesario la producción de un nuevo bastidor que se adecuara a las nuevas dimensiones de la obra.
Posteriormente, con el objetivo de consolidar la capa pictórica, se protegió con papel tisú japonés y cola de pescado durante varios meses en una mesa de succión, aplicando presión de manera puntual, humedad y calor. Una vez fijada la superficie pictórica, se realizó una limpieza en profundidad del reverso eliminando los restos de hongos con aspirador, cepillo y bisturí. También se trató el soporte reforzando los bordes con unas bandas perimetrales de algodón que garantizaron la tensión correcta de la obra en el nuevo bastidor. Debido a la fragilidad de la capa pictórica, la protección de papel japones se mantuvo hasta su nuevo tensado en el bastidor y posteriormente se fue eliminando.
Seguidamente, se procedió a la eliminación del barniz existente, que se encontraba muy oxidado, mediante el uso de los disolventes adecuados. Luego se aplicó una primera capa de barniz y se procedió a la reintegración de las lagunas, mediante la aplicación de un relleno de estuco de yeso y cola que hubo que texturizar siguiendo la forma de las pinceladas características de la técnica del autor. Posteriormente, se realizó la reintegración cromática con base de acuarela a través de la técnica de rigatino. Finalmente se pulverizó barniz con pistola y compresor.
Debido a la fragilidad de la capa pictórica, se colocó una protección trasera de cartón pluma y muletón sintético para evitar vibraciones