Sala 001.09
En la España de los años noventa, surge una generación de artistas influenciada por el movimiento feminista Riot Grrrl, así como por diferentes grupos de activismo queer en Estado Unidos y Europa. Dichas artistas emplean lenguajes como el vídeo, la performance, el cómic o el activismo artístico para expresar ideas en torno a la relación del arte con el cuerpo, la identidad o el género. Estas formas artísticas aparecen, a su vez, marcadas por una cultura juvenil y nocturna, donde la música underground y el cine son fuentes de referencia.
El movimiento Riot Grrrl, que en español podría traducirse como ‘Chica disturbio’, surge a comienzos de los años noventa, ligada a una escena musical alternativa creada por mujeres y asociada a una extensa cultura DIY (acrónimo en inglés de ‘Hazlo Tú Mismo’) de fanzines, acciones y militancia política. Los sonidos con ecos post-punk de bandas como Siouxsie And The Banshees resuenan en la pieza de Itziar Okariz, Red Light (saltando en el estudio de Marta), grabada en el Centro Cultural Arteleku en 1995. Dicho espacio de producción artística, ubicado en San Sebastián, fue clave en la formación e investigación interdisciplinar de una generación de artistas vascas, de la que también formaron parte Ana Laura Aláez o Azucena Vieites. Esta última utiliza el dibujo para realizar obras individuales y como parte de su actividad dentro del grupo Erreakzioa-Reacción (fundado junto a Estíbaliz Sábada y Yolanda de los Bueis en 1994). Este constituyó un espacio de pensamiento y creación entre el arte y el feminismo, con la voluntad de crear redes y difundir en el contexto español las corrientes de teoría queer y nuevas formas de feminismo que se estaban originando en Europa y, especialmente, en el contexto anglosajón. Son frecuentes las citas a pensadoras como Donna Haraway o Eve Kosofosky Sedwick, siendo los fanzines el principal medio de exploración.
La cultura fanzinera estuvo presente también en la actividad del colectivo LSD. La noche y la fiesta emergen como espacio privilegiado para subvertir las relaciones afectivas no normativas. Este grupo protagonizó históricas reclamaciones de derechos en torno a la pandemia del SIDA y cuestiones sobre la regulación del género por parte de la medicina y las políticas estatales. También desde Madrid, las integrantes del colectivo Cabello/Carceller comienzan a interrogarse sobre los estereotipos binarios que distinguen lo femenino de lo masculino y sus mecanismos de representación. Para ello se sirven especialmente de la performance, poniendo de relieve la performatividad del género, entendido como una actuación reiterada de fórmulas socialmente aprendidas que deben ser desafiadas.