Sala 202.01
Ciudades modelo, nueva arquitectura

Al igual que, de manera coetánea, la arquitectura va a ofrecer soluciones a problemas concretos como la construcción de viviendas obreras, también actuará de manera global para configurar la idea de ciudad moderna desde distintos planteamientos, algunos de ellos utópicos, que suponen una ruptura radical con lo establecido hasta el momento. Los edificios que se levanten en esta ciudad moderna serán también objeto de transformación gracias al uso de nuevos materiales como el hierro y el vidrio, y al empleo de nuevas formas funcionalistas.

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Al igual que, de manera coetánea, la arquitectura va a ofrecer soluciones a problemas concretos como la construcción de viviendas obreras, también actuará de manera global para configurar la idea de ciudad moderna desde distintos planteamientos, algunos de ellos utópicos, que suponen una ruptura radical con lo establecido hasta el momento. Los edificios que se levanten en esta ciudad moderna serán también objeto de transformación gracias al uso de nuevos materiales como el hierro y el vidrio, y al empleo de nuevas formas funcionalistas.

Uno de los primeros que teorizará sobre la ciudad moderna será Ildefonso Cerdá quien, con el objetivo de adecuar la red viaria a los medios de locomoción y de revisar las tipologías edilicias, plantea en su Teoría General de Urbanización la retícula ortogonal, homogénea y limitada solo por los elementos topográficos naturales que había ideado ya para Barcelona. Además de la propuesta de Cerdá, se van a plantear otras alternativas radicales al crecimiento compacto de las ciudades como la que propone Arturo Soria y Mata, presentada por primera vez en el periódico El Progreso de 6 de mayo de 1882. Con el objetivo de no caer en la congestión de la ciudad tradicional concéntrica, Soria propone una cinta de ancho limitado y longitud ilimitada que, partiendo de una o más ciudades puntiformes, llegaría a formar una red de triangulación entre estos núcleos de población. El proyecto tendrá repercusión posteriormente en los trabajos de los urbanistas soviéticos de los años treinta y en las propuestas de Le Corbusier para una ciudad lineal industrial en los años cuarenta.

Por su parte, Ebenezer Howard, en su obra Garden City of Tomorrow (editada originalmente en 1898 bajo el título de To-morrow: a Peaceful Path to Real Reform), plantea una mediación pacífica entre dos imanes supuestamente contrapuestos: la ciudad y el campo. Su propuesta hace confluir las ventajas higiénicas del hábitat rural con la red de intercambios sociales del hábitat urbano: la ciudad jardín.

Otra de las grandes aportaciones teóricas del momento será la que haga Tony Garnier con la ciudad industrial a partir de una visión funcionalista e higienista de la ciudad que se materializaría gracias a la zonificación de esta y reconociendo a la industria «como un logro ineludible de nuestro tiempo y, por tanto, como un problema proyectual a resolver racionalmente».

Si la ciudad moderna se oponía al concepto tradicional debía construirse también con nuevos materiales como el hierro y el cristal, que pasarán a ser los protagonistas de la construcción moderna gracias a autores como Bruno Taut, defensor de «dejar los espacios que vivimos desprovistos de opacidad» para poder elevar la arquitectura a un nivel superior. Dentro de esta revolución urbanística, en lo que a estilos se refiere, se producirá un enfrentamiento entre las propuestas de los nostálgicos de la tradición y los impulsores de la modernidad. Uno de los testimonios más evidentes de esta pugna lo conforman las diferentes propuestas planteadas en los concursos internacionales de la época, en los que los fallos de los respectivos jurados se inclinaron, en ocasiones, por opciones funcionalistas, mientras que, en otros, optaron por los historicismos.

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