Sala 430
El Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid se crea en enero de 1966, como resultado de un acuerdo de colaboración entre esta universidad e IBM, empresa que cedió un ordenador para el estudio y la investigación. Inicialmente ideado para ingenieros y estudiantes de ciencias, pronto fue reemplazado en usos por artistas. La traslación del debate tecnológico al artístico fue uno de los aspectos más sorprendentes, lo cual supuso un hito dentro del contexto artístico español, así como una experiencia pionera en el marco internacional.
En la segunda mitad de la década de los sesenta, un periodo caracterizado por la tímida apertura del franquismo y creciente porosidad al exterior comienza a sentirse un auge del experimentalismo vanguardista. Este espíritu fue el que hizo posible que se dieran las sinergias necesarias entre informáticos, arquitectos, músicos y artistas plásticos, para armar este proyecto de investigación interdisciplinar, que tenía muy pocos precedentes a nivel internacional. Su director fue Florentino Briones, pero sería Mario Fernández Barberá, empleado de IBM, quien coordinara el proyecto. Fernández Barberá era coleccionista de arte de vanguardia y fue el verdadero promotor de la vinculación con los artistas. En un primer momento llamó a José Luis Alexanco y este a Manuel Barbadillo, quien estaba trabajando sobre sistemas modulares. Juntos comenzaron a utilizar el ordenador para sus investigaciones plásticas. Durante este periodo, la obra de Alexanco se centró en la investigación matemática de la construcción y deconstrucción de figuras de naturaleza antropomorfa, mediante la experimentación informática. De todos los artistas que participaron en el Centro de Cálculo, fue el único que aprendió a programar, desarrollando un trabajo muy riguroso.
De igual trascendencia que las obras que allí se realizaron, fueron los debates teóricos que tuvieron lugar. El Centro comenzó a organizar seminarios que cubrieran la necesidad de crear un marco amplio de pensamiento sobre la aplicación de las nuevas tecnologías a los distintos aspectos de la vida. En ellos participaron artistas, arquitectos, lingüistas, informáticos, etc. A partir de 1970, los seminarios fueron dirigidos por Ignacio Gómez de Liaño, ganando protagonismo la teoría frente a los talleres y se invitaron a ponentes extranjeros de renombre en el campo de la semiótica y las matemáticas aplicadas al arte. De allí surge el texto fundamental Generación Automática de Formas Plásticas, que incluía un homenaje al Equipo 57, así como aportaciones de Alexanco, Barbadillo, Iturralde, Elena Asins o Prada Poole, entre otros. También se publicaron boletines con los resultados de algunas investigaciones o fragmentos de conferencias. Se organizaron exposiciones, como la denominada Formas Computables (1969), que viajaron a diferentes sedes, entre ellas, los llamados Encuentros de Pamplona de 1972.
Una experiencia que se inscribe en la historia internacional del arte y la computación, como exploración pionera de las relaciones matemáticas y racionales entre las formas geométricas, plasmadas en un lenguaje abierto, mediatizado por la máquina, que huía del expresionismo gestual de la pintura anterior.