Sala 434
A lo largo de la década de los setenta y a partir de una nueva concepción de la historia como pluralidad de espacios que se solapan, algunos artistas comienzan a reflexionar sobre las abstracciones que subyacen a lo real. Estas propuestas analizan la organización del entorno como si se tratara de un sistema matemático, tratando de descubrir así una red de relaciones. En este contexto, la arquitectura o el lenguaje se piensan como sistemas articulados a través de relaciones de poder.
En esta sala se reúnen diversos artistas que destacan los sistemas sobre los que se construye la realidad circundante, tanto la física como la simbólica. Muchos replican patrones de forma repetitiva, o se centran en el estudio de una fórmula concreta que les sirve para la ordenación de su universo plástico. El artista italiano Mario Merz, por ejemplo, utiliza la secuencia numérica de Fibonacci para sugerir tanto estructuras de un orden primigenio como formas de organización de la sociedad industrial. «Los números son la vitalidad del mundo», dijo este artista que los utiliza como herramientas de articulación de los ritmos del universo material y del trabajo.
Para otros artistas, como Hanne Darboven, era necesario organizar el caos circundante en una rigurosa lógica, lo que la llevó a utilizar combinaciones matemáticas organizadas bajo numerosas variantes. La repetición de estructuras en sistemas también aparece en la producción de artistas como Donald Judd, que reflexiona acerca del peso específico de las formas y condiciones de percepción de la obra de arte. Los elementos esenciales de las Floor Pieces, que comenzó a producir en 1967, se mantienen en esta pieza monumental de 1992. Esta obra huye de toda forma de ilusionismo o narratividad en un gesto que pone el foco sobre el objeto y su rotunda presencia en el espacio.
Por otra parte, las barras de André Cadere plantean un debate en la línea de la crítica institucional. Estas piezas rompieron las fronteras entre pintura y escultura de forma muy diferente a como lo habían hecho los artistas minimalistas estadounidenses, pues en lugar de estar producidas industrialmente están hechas a mano por el artista. Barre de bois cubique (1971) se compone de cuarenta segmentos cúbicos y permite su disposición tanto sobre el suelo como sobre la pared, en diferentes posiciones y ángulos, obligando a la institución a tomar decisiones sobre la forma en que la pieza debe ser presentada, algo que además responde al interés de Cadere por la introducción del error en las secuencias matemáticas. Trabajando a partir de una paleta de ocho colores (tres colores primarios, tres secundarios y blanco y negro) Cadere usaba una permutación matemática para determinar la secuencia de colores que, sin embargo, interrumpía deliberadamente con un error sin revelar nunca cuál era la secuencia «correcta». En las obras de Cadere la introducción del error en la secuencia matemática replica estructuralmente su posición crítica hacia la institución, ya que consideraba que ambas reflejaban la forma, opaca e imperfecta, en que funcionaba la sociedad. En este sentido, también se puede citar la obra de Piero Calzolari que se puede ver en esta sala, Rapsodie inepte (1969), un símbolo de infinito marcado por su representación irregular y manifiestamente matérica, que nada tiene que ver con la idealización de aquello que representa.