Los siete últimos años de la vida de Charles Édouard Jeanneret-Gris, más conocido a partir de la década de 1920 como Le Corbusier (La Chaux-de-Fonds, Suiza, 1987 – Provenza, Francia, 1965), estuvieron ligados por profundos vínculos de amistad y de colaboración a
Le Corbusier insistió a lo largo de su carrera en la imposibilidad de ser buen arquitecto si no se poseía una gran sensibilidad plástica, así como que la clave de su arquitectura había que buscarla en su pintura. Weber sentía verdadera admiración no sólo por su arquitectura sino también por los muebles y su obra plástica, facetas de Le Corbusier poco conocidas hasta entonces y que ella se propuso difundir. Esta relación de amistad y confianza se materializó en 1959, cuando Weber consiguió del artista el acuerdo para producir y comercializar los muebles metálicos diseñados en 1929. Weber se dedicó casi en exclusiva a dar a conocer al público la obra de Le Corbusier obra mediante exposiciones de sus pinturas, esculturas, tapices, obra gráfica y esmaltes, al tiempo que incrementa su propia colección. Esta relación influyó en la producción de los últimos siete años de Le Corbusier, quien veía cumplida de este modo su aspiración, por largo tiempo frustrada, de que se valorase su aportación artística en estos campos.
En 1960 Weber encarga a Le Corbusier la construcción de un pabellón de exposiciones, tal y como había deseado durante bastante tiempo, para exponer sus pinturas, dibujos y esculturas en un museo creado por él mismo. En 1967 se inauguraba el Heidi Weber Museum-Centre Le Corbusier en Zurich, la llamada Maison de l'Homme, verdadero resumen de las concepciones arquitectónicas del artista, quien hizo de esta obra el último eslabón de la síntesis de las artes, objetivo que persiguió durante toda su carrera.
La presente exposición, que complementa la que el Centro de Arte Reina Sofía le dedicó en 1987 titulada Le Corbusier (1887-1965), reúne una amplia selección de obras coleccionadas por Weber: pinturas, esculturas, dibujos, tapices, esmaltes, grabados, litografías y muebles; así como documentos originales de la construcción del pabellón de Zurich. El montaje ha pretendido reflejar las ideas del arquitecto en cuanto a la exhibición de las obras de arte y recuperar algo de la escala doméstica, por lo que las obras se exhiben en ambientes más íntimos y a menor altura de