La exposición retrospectiva dedicada a Gustavo Torner (Cuenca, 1925) quiere destacar el carecer polifacético de uno de los artistas españoles vivos más sobresalientes de la segunda mitad del siglo XX. Torner se inscribe en el denominado grupo de Cuenca, surgido en los años cincuenta y próximo a artistas del grupo El Paso, y ejemplifica la posibilidad de un arte que no abandona nunca la referencia al mundo real como motivo y fundamento, desde un vocabulario plástico aparentemente abstracto. La obra reunida da cuenta de los distintos registros y técnicas que Torner emplea: pintura, escultura, collage, dibujo, monotipos y ediciones de bibliófilo, a los que se añaden catorce proyecciones en vídeo sobre algunos de sus trabajos.
En todas las obras domina un fuerte sentido de la construcción y de la composición espacial, pues parte de la idea de collage para elevarla a la de ensamblaje. Esto se hace evidente en la configuración de dípticos y polípticos como Medida de la vida (A Jorge Manrique) (1975) y Cuatro cuartetos-Cuatro estaciones (a T.S. Elliot) (1979); ejemplos también de sus homenajes plásticos; además de en la escultura, de lo cual es ejemplo La rectitud de las cosas (1988). En la base de esta concepción del trabajo artístico está su voluntad de repensar la esencia física de la obra de arte y la de conferir significación a cada fragmento de los que se compone la obra de arte.
La exposición se inicia con sus primeros trabajos, realizados entre 1946 y 1955, prolegómenos a su definitiva decantación por la práctica artística: una colección de láminas de botánica realizadas a la acuarela y un conjunto de fotografías cuyo tema es la naturaleza retratada en primer plano (troncos de pino y álamo, paredes enyesadas, raíces, rocas y matorrales secos). En estas imágenes fotográficas se encuentra el germen de sus primeras pinturas, que por sus títulos y por el proceso pictórico remiten a una obsesiva recreación de la naturaleza, sus colores y sus superficies: Rodero (1957); Negro-apergaminado verdoso (1960). En el caso de las pinturas, desde finales de los años cincuenta, junto al óleo emplea otros materiales no artísticos (arena, feldespato, cáñamo, látex, aluminio). Por otro lado, crea una rígida estructura compositiva en sus cuadros al dividir la superficie pictórica en dos campos; en el superior, de mayor extensión, desarrolla un campo de color; en el inferior concentra la experimentación matérica y agota los recursos expresivos de los materiales utilizados. Tanto por los procesos como por la incorporación de trozos de realidad a la obra, Torner se aproxima a las corrientes internacionales del Informalismo y del Nuevo Realismo. En cuanto a su labor como escultor, ya sean obras de carácter monumental o de menores dimensiones, se trata de piezas caracterizadas por la complejidad conceptual y técnica.
Datos de la exposición
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