Ida Applebroog

Marginalias

2 junio – 27 septiembre, 2021 /
Edificio Sabatini, Planta 1

La exposición que el Museo Reina Sofía dedica a Ida Applebroog (Nueva York, 1929) es su mayor y más exhaustiva retrospectiva hasta la fecha. La selección de obras, que abarca un periodo de más de cinco décadas, incide en los intereses y preocupaciones constantes que han acompañado a la artista a lo largo de su vida como la violencia, el poder, las políticas de género o la sexualidad femenina.

Su posicionamiento feminista, su propuesta del objeto como elemento performativo y la diversidad material de su obra son los pilares de una práctica que comenzó en su época de estudiante en el Art Institute of Chicago, entre 1965 y 1968. Tras aquel intenso y enriquecedor periodo, Ida Applebroog se trasladó a San Diego, California, con su marido y sus cuatro hijos. Fueron años difíciles que desembocaron en una depresión profunda y, en última instancia, en una crisis nerviosa que la llevó a ingresar en 1969 en el Mercy Hospital de San Diego. Si bien fueron tres largos meses de oscura convalecencia, le permitieron una introspección que le ayudó a perfilar su verdadera identidad y, en definitiva, a confirmarse como artista. Ida se liberó de su apellido de casada —Horowitz— y de soltera —Applebaum— y concibió un nuevo apellido, Applebroog, como parte de ese proceso de resignificación de su yo.

La presente retrospectiva toma como punto de partida el amplio conjunto de dibujos a tinta, acuarela y lápiz que realizó en el Mercy Hospital como parte de su terapia de recuperación. Tras su paso por el hospital, la artista dibujó sus genitales a diario durante dos meses, una serie de obras que reinterpretaría más tarde en la instalación Monalisa (2006-2009). Fue en los años a caballo entre las décadas de 1960 y 1970 cuando Applebroog esbozó las directrices que vertebrarían todo su trabajo posterior. De forma para ella todavía inconsciente en ese momento, se alineó con el intenso activismo feminista contemporáneo que se convertiría en uno de los ejes fundamentales de la práctica artística de la década de 1970. De regreso a Nueva York, donde hoy todavía reside, en 1976 se asoció y participó de forma activa —junto a Mimi Shapiro, Lucy Lippard o Mary Miss, entre otras— en el colectivo feminista Heresies; posteriormente, en 1992, se uniría al Women’s Action Coalition (WAC).

Entre 1969 y 1973 realizó un conjunto de esculturas en diversos materiales que supuso el germen de conceptos, prácticas y plásticas que desarrollaría en los años sucesivos. La mayoría de ellas son piezas performáticas a escala humana que invitan a ser transitadas y experimentadas. El conjunto está hoy desaparecido pero se conserva un buen archivo técnico y fotográfico que se muestra parcialmente en esta exposición.

Algunas de estas primeras esculturas abstractas —las realizadas con pergamino— experimentaron una drástica reducción de escala y una evolución orgánica en una serie de pequeños teatros (stagings) tridimensionales caracterizadas por lo narrativo, la incorporación del texto, y la disgregación de los límites entre lo público y lo doméstico. Tanto sus stagings como su primera película It’s No Use Alberto (1978) fueron el caldo de cultivo de uno de sus proyectos más destacados y personales, los Performance Books, tres series de libros de artista publicados entre 1977 y 1981: Galileo, Dyspepsia y Blue Books.  Las viñetas que se repiten aparentemente sin sentido en las páginas de estos libritos delatan a Applebroog como una admiradora del teatro de Beckett, con quien comparte la herramienta del humor y lo absurdo para desenmascarar con crudeza las lacras atemporales de la sociedad.

A partir de los primeros años de la década de 1980, Applebroog abandonó esta escala más intimista para trabajar con papel y lienzos de formato mayores, como Everything Is Fine (1990-1993), Variations on Emetic Fields (1990) o Tattle Tales (1992-1994), que pueden ser entendidos como obras individuales pero también como grandes instalaciones. Estas obras se convierten en un soporte más que permite a la artista incidir con gran lucidez, y sin falta de ironía, en las fatalidades humanas. La artista juega y confunde al espectador: por un lado, le obliga a mantener la distancia a través de distintos recursos como marcos ilustrados o telones interpuestos, y por otro le obliga a transitar por las instalaciones o lo identifica sutilmente en escenas domésticas cercanas.

El trabajo de Ida Applebroog se ha mostrado en documenta 8 (Kassel, 1987) y dOCUMENTA 13 (Kassel, 2012). Asimismo, ha sido objeto de exposiciones individuales en el Institute of Contamporary Art (Miami, 2016), en el Brooklyn Museum (Nueva york, 1993), en el Irish Museum of Modern Art (Dublín, 1993), en el Contemporary Arts Museum (Houston, 1990) o en el Whitney Museum of American Art (Nueva York, 1978), entre otros.


Con la colaboración de:     

Datos de la exposición

Organización: 
Museo Reina Sofía
Comisariado: 
Soledad Liaño