En el pensamiento de Félix Guattari y Gilles Deleuze, la idea de máquina experimenta un cambio de paradigma decisivo respecto a los análisis marxistas de la sociedad industrial. Hasta entonces había sido considerada como un mero instrumento técnico que alienaba al individuo para convertirlo en una pieza más del engranaje de la producción capitalista. A partir de 1968 este juicio se reformula como un núcleo abstracto capaz de contener una infinidad de relaciones humanas y no humanas. Bajo esta premisa, una máquina es el resultado de una serie de acoplamientos entre distintos componentes que responde a las exigencias de una determinada coyuntura y se moviliza al ritmo de sus flujos o cortes internos, pudiendo llegar a desintegrarse del mismo modo que se constituyó. Este desplazamiento de lo estático a lo dinámico, de lo individual a lo colectivo, de lo tecnológico a lo sociopolítico, incide en la oposición del carácter temporal y múltiple de lo maquínico frente a la pretensión de eternidad y uniformidad de lo estructural. En este sentido, “maquinar” supone la función primordial de la máquina, es decir, conspirar contra el poder establecido, imaginar nuevos agenciamientos posibles, inventar los medios necesarios para una transformación radical.
De acuerdo con este marco teórico, la exposición maquinaciones explora distintas formas de resistencia, coalición y creatividad que se dan en el presente a través de casi medio centenar de artistas. Estos proceden, en su mayoría, del área mediterránea y del continente africano, y reflexionan sobre las circunstancias históricas y actuales de dichos territorios. Las propuestas presentadas abarcan una amplia variedad de formatos y técnicas que se aproximan al dibujo, la pintura, el cómic, la escultura, el teatro, la danza, la performance, la instalación, el cine, el video o la animación desde una perspectiva crítica. Una decena de ellas son nuevas producciones, realizadas específicamente para este proyecto, y otras tantas son piezas que se muestran por primera vez o han sido adaptadas para la ocasión. El conjunto de obras seleccionadas se articula en torno a tres ejes interconectados: Máquinas de guerra, Máquinas esquizo y Máquinas de cine y cuidados.
Desde los primeros textos de Guattari hasta el “Tratado de nomadología: la máquina de guerra”, escrito junto a Deleuze en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia (Editorial Pre-Textos, 1994 [1980]), la “máquina de guerra” se define como previa y exterior al aparato de Estado, y por extensión contraria a todo lo que se presenta como inmutable o totalizador. Frente a esta condición “molar” de las lógicas imperialistas o la burocratización de la vida pública, surgen multitud de revoluciones “moleculares” como tentativas de acción que, desde lo micropolítico, plantean líneas de fuga hacia modos alternativos de organizar el común. Las conexiones entre las ideologías nacionalistas, el militarismo y la memoria colonial, así como el extractivismo, las migraciones forzosas y las políticas fronterizas, son algunas de las cuestiones vehiculares en esta exposición, abordadas explícitamente por este primer grupo de obras (Máquinas de guerra).
Asimismo, estos movimientos de desterritorialización y reterritorialización no son necesariamente geográficos, sino que apelan, a su vez, al despliegue de las subjetividades fuera de los esquemas psicoanalíticos clásicos. En efecto, la tensión fundacional entre estructura y máquina, entre capitalismo y esquizofrenia, se configura en buena medida en el contexto de la antipsiquiatría, a partir de la noción de psicoterapia institucional practicada entre otros por el psiquiatra Francesc Tosquelles en el hospital de Saint-Alban o el psiquiatra y psicoanalista Jean Oury en la clínica de La Borde. Al descartar la influencia del complejo de Edipo y desvincular al sujeto del ámbito familiar ―propio de la corriente psicoanalítica―, el esquizoanálisis permite situar los malestares contemporáneos en el espacio social y liberar el deseo reprimido de las máquinas deseantes. En esta línea, un segundo grupo de obras (Máquinas esquizo) explora la alteración de los estados de la conciencia, rituales animistas minoritarios, modos de comunicación inéditos o especulaciones sobre futuros de ciencia-ficción; ideas que atraviesan también de forma transversal la exposición.
En cuanto al tercero de los ejes articuladores, la intersección de la máquina social con la máquina deseante convierte al cine en rizoma de los procesos de subjetivación, en la medida en que este es capaz de esquivar y subvertir los regímenes semióticos dominantes. Siguiendo a Deleuze y Guattari en ¿Qué es la filosofía? (Anagrama, 1993 [1991]), el arte propicia un encadenamiento de perceptos y afectos que inducen a pensar la imagen como algo más allá. Esta es la razón por la cual es posible producir películas sin cámaras e incluso vislumbrar la hipótesis de un cine de los cuidados o de “un cine que cura”. En este plano de inmanencia poscinematográfica, un tercer grupo de obras (Máquinas de cine y cuidados) parte del cine como medio no representacional con el objetivo de corporeizar la experiencia del visionado, instaurar comunidades afectivas o tramar formas colectivas de enunciación, siempre en línea con una triple ecología social, mental y medioambiental.
Para cada uno de estos tres ejes, el Museo ha sostenido desde 2019 un modelo abierto de investigación colaborativa con un equipo compuesto por hasta quince personas con distintos bagajes, que han contribuido con sus propias conclusiones en el proceso. En las continuidades y discontinuidades de sus ensamblajes, las constelaciones de la investigación y el comisariado confluyen de diversas maneras para funcionar en su conjunto como máquina. Y como tal, maquinaciones se desborda más allá de los límites físicos de las salas de exposición, generando sinergias con otros proyectos, actividades y publicaciones dentro y fuera del museo.