Pablo Siquier (Buenos Aires, 1961) es uno de los grandes artistas argentinos surgidos en la década de los ochenta. Su exposición en el Palacio de Velázquez de Madrid reúne cuarenta pinturas, además de varios murales que durante dos semanas el artista ha pintado sobre las paredes del Palacio. Con esta instalación, Siquier da visibilidad a una experiencia específica y personal de su ciudad natal a través de un discurso que envuelve, desde formas reconocibles en la arquitectura local, hasta puras abstracciones, y que se puede relacionar con el paisaje, la topografía, o las formas de representación de la ciudad.
En esta muestra, el artista reafirma su experiencia de la ciudad, no como evocación o memoria de su espacio físico y de sus edificaciones, sino como el resultado de las diversas prácticas políticas y culturales que se desenvuelven y se inscriben en un perímetro determinado. Se concentra en la exploración de estructuras formales y constructivas, de motivos decorativos y representaciones abstractas del tejido urbano, y en la exploración del lenguaje de los signos desarrollado por el diseño.
Las pinturas de Siquier se constituyen a partir de una sensibilidad neobarroca, para revelar la ambigüedad y la difusión semántica de las prácticas artísticas y culturales contemporáneas. Su obra, con fuertes atributos formales, niega el rigor del orden y de la razón, para dar visibilidad a un mundo marcado por las diferentes interacciones y la diversidad de referentes.
En sus primeros trabajos en la segunda mitad de los ochenta, su obra refleja la contraposición entre lo figurativo y lo abstracto, el gusto por el detalle y por el artificio, el juego entre figura y fondo, entre orden y precisión formal, así como el uso de colores vibrantes. Posteriormente, sus pinturas adoptan una paleta más austera para plasmar formas exclusivamente geométricas inspiradas en motivos arquitectónicos. A partir de 1993 el artista abandona drásticamente el color para iniciar a una serie de pinturas en blanco y negro. Además, elimina las referencias a los ornamentos arquitectónicos a favor de composiciones más complejas y articuladas. Las pinturas son abstracciones puras y precisas. El juego entre luz y sombra es exacerbado hasta transformarse en una superficie puramente gráfica, donde la organización del espacio desarma toda racionalidad.
En los trabajos más recientes, Siquier deja el plano de los lienzos para trabajar directamente sobre las paredes de las galerías y museos, con dibujos e instalaciones que operan con la ilusión y la percepción real del espacio. A partir de dibujos generados por ordenador y transferidos a gigantescas superficies impresas, estas instalaciones parecen borrar las fronteras entre la pintura y el mundo real.
Datos de la exposición
Obras de la Colección incluidas en la exposición
Publicaciones del Museo Reina Sofía
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